La aplicación de la máquina de vapor a medios de locomoción permitió la invención del barco de vapor y de la locomotora. La máquina de vapor fue la aplicación de una serie de estudios sobre la presión atmosférica. James Watt es considerado su inventor que fue patentado en 1765. El funcionamiento era sencillo: el vapor producido por el calentamiento del agua sube por un cilindro. La expansión del vapor acciona un pistón que pone en movimiento una biela que hace girar la rueda.
El transporte de personas y mercancías se hizo más rápido y barato, lo que permitió el comercio internacional y los movimientos migratorios. Por este motivo se habla de la revolución de transportes.
El barco de vapor
El barco de vapor era impulsado por una rueda de palas que era movida por una máquina de vapor. En una primera etapa sólo se aplicó a la navegación fluvial pero más adelante el barco fue perfeccionándose: la hélice sustituyó a la rueda de palas y, en vez de madera, se construyeron barcos de hierro.
El ferrocarril
En las minas de carbón inglesas se utilizaban vagonetas sobre raíles empujadas por hombres o mulas. Pronto se pensó impulsarlas por una máquina de vapor creando así la locomotora.
Después de varios intentos logró ponerse en funcionamiento este sistema de transporte, que tenía grandes ventajas sobre los utilizados hasta entonces.
La rapidez y baratura del transporte facilitó y desarrolló el comercio. Grandes cantidades de materias y productos se transportaron entre países.
Se inició el transporte de productos agrícolas evitando el hambre.
La construcción de líneas férreas, locomotoras y vagones desarrolló las industrias siderúrgica y metalúrgica, y la minería del carbón.
El automóvil
Desde los primeros años del siglo XIX hubo inventores que trataron de aplicar la máquina de vapor al motor de un vehículo. El primero que lo consiguió logró poner en marcha un motor a gas de combustión interna atado a un carro. Fue perfeccionándose con la combustión de gasolina y aire.
Fuentes de energía
El carbón
Se necesitaban fuentes de energía para el funcionamiento de los transportes y de las industrias. La primera de ellas fue el carbón mineral que era una fuente de energía barata, abundante y de gran poder calorífico aunque bastante contaminante. Fue la fuente de energía básica de la Revolución.
Junto a las minas de carbón surgieron las primeras grandes industrias del siglo XIX.
La electricidad
El uso de la electricidad como fuente de energía se produjo a partir de finales del siglo XIX, gracias a diversos inventos tecnológicos: la dinamo (1866), los transformadores (1880) y la utilización de la fuerza de la caída del agua (hulla blanca, 1890). Una de las primeras aplicaciones de la electricidad fue el alumbrado y se fueron creando motores eléctricos.
El petróleo
En la década de 1880 las investigaciones habían puesto a punto el motor de explosión y un motor de aceites pesados, utilizando derivados del petróleo como fuente de energía.
La industria de prospección, extracción y refinado del petróleo se convirtió en una de las más importantes.
La industria textil
La demanda de tejidos de algodón
A principios del siglo XVIII la fabricación de tejidos era la industria que absorbía mayor mano de obra.
A partir del siglo XVI Inglaterra se convirtió en un importante productor de tejidos de lana. Pero más adelante los comerciantes ingleses importaron desde la India tejidos de algodón estampados. Empezaron a pensar en fabricar en Gran Bretaña tejidos de algodón comparables con los indios pero el problema era la fabricación del hilo.
La industria textil en el siglo XVIII
El hilado mecánico
La primea hiladora mecánica se inventó en 1764: la spinning-jenny. Estaba formada por un mecanismo movido manualmente que no resultaba ni muy grande ni muy caro. Las primeras sólo tenían ocho usos y tras veinte años de huso podía tener ochenta husos.
La water frame
En 1769 se inventó un nuevo tipo de hiladora mecánica: la water-frame. El hilo que fabricaba era de más calidad que el anterior: era más fino y resistente pero ere un mecanismo grande y pesado.
Para accionarla se empezó a utilizar la fuerza hidráulica de los ríos. Otro problema era su precio, mucho más elevado que las anteriores.
Los primeros telares mecánicos
El proceso del tejido había adquirido mayor rapidez desde que había aparecido, en el siglo XVIII, un sencillo mecanismo: la lanzadera volante. Pero esta no tenía capacidad suficiente para tejer la gran cantidad de hilo que proporcionaban las hiladoras mecánicas.
En 1785 se inventó el primer telar mecánico, un mecanismo grande y pesado, bastante caro, que precisaba gran fuerza para su utilización.
Los primeros telares mecánicos eran movidos por caballos y a partir de 1789 se empezaron a mover también por máquinas de vapor.
La industria textil en el siglo XIX
La industria algodonera continúo su progreso: las máquinas hiladoras y tejedoras fueron perfeccionándose y eran movidas por máquinas de vapor.
El ferrocarril facilitó el transporte de la materia prima hasta los centros industriales. Y de la misma manera facilitó la exportación.
Otros territorios europeos se fueron convirtiendo en centros importantes de industria textil.
Ese desarrollo de la industria textil provocó la aparición de conflictos: la necesidad de exportar excedentes de producción que no se vendía en el propio país iba a dar lugar a frecuentes enfrentamientos de tipo comercial entre países.
La expansión de la industria
Los altos hornos de coque
Hasta muy avanzado el siglo XVIII el hierro se obtenía calentando capas de material y de carbón vegetal en hornos de varios metros de altura. El producto obtenido era un hierro de gran calidad: el hierro forjado o hierro dulce.
Los altos hornos consumían tanto carbón vegetal que la madera empezó a escasear, por lo que hubo necesidad de buscar otro tipo de combustible.
En Gran Bretaña abundaban los yacimientos de carbón mineral, pero ardía con dificultad. Se encontró una solución: utilizar en los altos hornos un derivado del carbón mineral: el coque.
Para activar la combustión en los hornos de coque era preciso inyectarle una corriente de aire fuerte y hacía 1775, con la aplicación de la máquina de vapor, se encontró el sistema para generar esa corriente de aire.
Mejora la calidad del hierro
Aún quedaba otro problema por resolver: el exceso de azufre que contenía el hierro, por lo que era frágil. Ese tipo de hierro, llamado fundición de hierro, sólo servía para fabricar cierto tipo de objetos. Pero los objetos más caros y delicados exigían el hierro forjado.
En 1784 se inventó la pudelación que consistía en remover y batir la masa de hierro fundido dentro del alto horno de forma que esta masa se aireara y perdiera el exceso de azufre que contenía.
Las industrias siderúrgica y metalúrgica en el siglo XIX.
Una de las industrias que alcanzó mayor desarrollo fue la siderúrgica o fabricación del hierro.
Los procedimientos para convertir el hierro en acero eran muy lentos y caros, hasta que en 1855 se inventó un convertidor que transformaba grandes cantidades de fundición de hierro en acero.
La mayor producción de acero y el abaratamiento de los costos para conseguirlo contribuyeron al desarrollo de las industrias metalúrgicas que fabricaban: maquinaria para la industria textil y para la agricultura, y todo tipo de herramientas, material de guerra... Se trataba, pues, de una industria creciente y muy diversificada.
La industria química
Ya muy avanzado el siglo XIX se desarrolló una nueva industria que permitía fabricar productos hasta entonces desconocidos o poco utilizados.
Se trataba de la industria química. De la destilación de la hulla se obtiene gas para el alumbrado; los ácidos sulfúricos y clorhídricos y la sosa se utilizaban en el blanqueado de tejidos. También del refinado del petróleo se obtenían diversos productos además de gasolina; mediante sistemas químicos se fabricaban también abonos para la agricultura y cemento para la construcción.
La industria farmacéutica, que hasta entonces se había limitado a extraer productos de las plantas con métodos tradicionales, comenzó a sintetizar ingredientes por medio de complejos sistemas químicos de elaboración.